Ablución

ABLUCIÓN: Del latín "ab-luere", quitar lavando, purificar.

Su sentido puede ser práctico: lavar algo que está sucio. Pero a veces se hacen abluciones con intención simbólica, para expresar o conseguir la purificación interior. Así, entre los judíos, los musulmanes o las religiones orientales, existen diversas clases de purificaciones rituales de manos o de objetos sagrados.

Entre los cristianos el Bautismo siempre ha tenido un significado de limpieza y purificación, además del de re-nacimiento. También tienen carácter simbólico el «lavabo» de las manos en la Misa y el «lavatorio de pies» el día del Jueves Santo.

Pero en la liturgia actual se llama «ablución» sobre todo a la acción ritual por la que después de la comunión se purifica los dedos el sacerdote y se lavan los vasos sagrados utilizados en la misa. Los primeros testimonios de estas abluciones datan del siglo IX, y también se consideraba como tal el hecho de beber vino o agua después de comulgar, para purificar la boca. La motivación era clara: el respeto a la Eucaristía.

Ahora la ablución de los dedos es facultativa. Y la del cáliz, que se hace con vino y agua, o sólo con agua, se hace preferentemente en la credencia, o sea, en la mesita lateral, y no en el altar.

De entre las diversas posibilidades (no del todo acordes entre sí) que el Misal actual ofrece (cf.IGMR 120.138.237.238), lo más recomendable parece que el cáliz se purifique sólo con agua; que se haga, no en el altar y delante de todos, sino en la credencia (en todo caso, si ha de hacerse en el altar, que sea a un lado), y no en seguida, sino después de acabar la misa («peracta iam missa, populo iam dimisso», como dice IGMR138), por parte del sacerdote, el diácono o el acólito. El «agua utilizada en esas purificaciones, o bien se sume o arrójese en algún lugar conveniente» (RCCE 22).

No hace falta dar demasiada importancia a esta ablución. Hay que hacerla con dignidad, pero no tiene una riqueza simbólica y no es necesario que se haga delante de todos. El momento después de la comunión más bien hay que favorecer que sea un espacio de paz, de interiorización y de oración, tanto para los fieles como para el presidente y los demás ministros, y no tanto de limpieza de los vasos sagrados, que se puede hacer bien después.

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